Permanencia

Cada tulipán es una memoria en dos tiempos, una doble vía de permanencia y evolución. Su existencia se despliega en dos formas: por un lado, a través de sus semillas, que llevan la posibilidad de cambio y adaptación, y por otro mediante su bulbo, que se aferra a la tierra y resguarda la continuidad de su linaje. En ese equilibrio entre lo que permanece y lo que se transforma, el tulipán es un testimonio de la persistencia de la vida y de su impulso por renovarse.

Su arquitectura oculta (pistilo y estambres) guarda la clave de esa permanencia. En ellos se condensa la historia de estaciones pasadas y la promesa de las que vendrán. Aunque escondidos en el interior de la flor, son su núcleo silencioso, el lugar donde convergen el orden y el caos. Como un registro minucioso, almacenan la información genética que dará forma a nuevas flores, trazando un vínculo invisible entre lo efímero y lo eterno.

Sin embargo, es el bulbo el que sostiene ese ciclo. En su interior se esconde la reserva de energía que permitirá a la flor renacer tras cada invierno. A diferencia de la semilla, que se aventura en la incertidumbre del cambio, el bulbo es la certeza de la repetición, la memoria física de todas las primaveras que lo han precedido. Su cuerpo subterráneo es una cápsula del tiempo, donde la vida se repliega para volver a emerger en el momento preciso, garantizando la continuidad sin renunciar a la espera.

Los tulipanes no son solo flores, son calendarios naturales. Su existencia está marcada por ciclos precisos: un tiempo de reposo bajo tierra, un tiempo de crecimiento y, finalmente, un breve instante de plenitud antes de volver a desaparecer. Cada flor que vemos es el resultado de años de preparación, de estaciones acumuladas en el interior de un bulbo que, incluso en la aparente quietud, nunca deja de transformarse.

El tulipán es una metáfora del tiempo y la memoria. Nos recuerda que hay vidas que se despliegan en un instante y otras que se construyen en el silencio. Nos habla de lo que persiste y de lo que cambia, de la paciencia de lo latente y de la fuerza de lo que, después de la espera, encuentra el momento justo para abrirse.

Así como el bulbo encierra dentro de sí el mapa de su propio renacimiento, todo paisaje guarda en su interior una historia no visible a simple vista. Y en cada flor que brota hay algo más que belleza: está la memoria de todas las estaciones que la hicieron posible.

Nombre
Permanencia
Medidas
111 x 80 cm
Fecha
Febrero 2025
Serie
Arquitectura de lo efímero
Técnica
Tinta china sobre papel de algodón.
Disponibilidad
Disponible.